viernes, septiembre 22, 2006

Un café cortado

Mario observa como Andrea toma su café en silencio.

Andrea es aquella chica del jersey rosa que está sentada junto a la barra.

Hace meses que, desde su mesa, espía como abre el sobre de azúcar entre sus dedos y la forma en que coge la cucharilla para dar vueltas a los sueños que la esperan ese día.

Andrea es una de esas chicas a las que la vida no les sonríe demasiado;
ya ha cumplido los veinte y sus mejillas han perdido el color que tenían no hace muchos años...

Pero a Mario le daba igual.

Desde el mismo ángulo de cada día, se quedaba absorto en la mirada azul de aquella chica.

Mientras, suena de fondo la misma canción, "Mad World", vpara una misma imagen que solo durará unos minutos.

Se repetirá cada noche en sus viajes nocturnos.

Andrea siempre tiene la mirada perdida, como buscando algo, más allá de las percepciones de
Mario.

Ella no sabe que él la observa desde aquel 22 de abril en el que pidió su habitual café cortado para poder despertar de su pesadilla diaria.

Y se deja querer por cualquiera que le ofrezca un poco de cariño...

Mario aún no ha tenido el valor suficiente para acortar los pasos entre su mesa y la barra del "Café 27". Es feliz con solo mirarla.

Andrea vive dos calles más arriba y estudia cada mañana en la biblioteca de al lado; incluso a veces deja ver entre sus cosas algunos de esos apuntes en sucio de Farmacología mientras agota los granos de torrefacto que habitan en su taza...

Le gusta tocar la guitarra y de vez en cuando deja sonar su voz detrás de la mampara de la ducha.

Suele esconderse durante un buen rato debajo del agua caliente antes de salir al frio del invierno de Madrid.Antes de enfrentarse al mundo que la espera tras la puerta, o que, en el peor de los casos, no la espera por haber salido tarde de la ducha...

Mario es el único que siempre la espera, aunque ella aún no lo sepa.

Inventa cada mañana su historia con Andrea.

Y me da pena, me da pena mientras lo observo con su mirada perdida en la barra, moviendo su cucharilla por si algún día Andrea le mira...

Y yo sé que nunca lo mirará...

Andrea no toca la guitarra, ni canta bajo la ducha, ni tampoco vive dos calles más arriba, no sé cuántos años tiene y ni siquiera el color de sus ojos.
Supongamos el nombre de Andrea para la chica que aún no tiene nombre.

Al lado de la barra, una banqueta vacía en el "Café 27" y una mirada perdida...Para cualquiera que un 22 de abril la quiera dibujar...

Para cualquiera que, como Mario, tú, o yo, quiera coger su cucharilla y dar vueltas a un café cortado en el que bailan los sueños de cada día.